jueves, 6 de diciembre de 2012

Nada con Nada


La nada, un sentimiento de ausencia o una simple palabra para dar por terminada una conversación sin sentido. En donde, irónicamente, muchos han encontrado un pensamiento profundo dentro de ella. Es decir, muchos científicos o filósofos han tratado de darle un significado a "la nada"; claro, siempre terminando con diferentes teorías dependiendo del punto de vista de cada cabeza.

Muchos creen que hablar de algo aparentemente invisible como la nada, es algo relativamente sencillo: "la nada es donde no hay nada" dirían. Pero ¿Siendo un tema tan sencillo por qué grandes pensadores del mundo y ahora yo, nos dedicamos un tiempo de nuestra vida a comprender algo donde aparentemente no hay nada?

Como siempre, una pregunta funciona perfectamente como catalizador de una idea, que incluso puede terminar derivando en una completa ciencia. Ahora es el turno de "la nada"; de verla fijamente y entender un poco más acerca de su paradójica existencia.

Dentro del círculo matemático, podemos determinar que la nada es el cero, y es algo que a veces no existe o jamás se puede alcanzar, dependiendo del tema. Podemos encontrar definiciones hacía el cero como un vacío, un conjunto sin elementos, un campo nulo o también como un elemento neutro. Por ejemplo, sin caer en demasiadas explicaciones, en la tercera ley de termodinámica simplemente es imposible alcanzar el cero (la nada).

El tema queda en ceros o cantidades imposibles, pero la nada va más ayá de los números. Nos rodea todo el tiempo, ya sea física o mentalmente.
Es ahí donde el campo de la filosofía entra con gran fuerza; se concentra en la nada como una "cosa" que nos afecta, ya sea de una buena o mala manera. El significado del cero en las matemáticas nace del tratar de comprender la nada desde el lado filosófico.

Ahora bien, la nada en la filosofía nos trata de hacernos consientes de su existencia y de los efectos en nuestras vidas.
Juntando varias ideas de los máximos exponentes en el tema de la nada (Hegel, Heidegger y Sartré) se llega a decir que existe y no sólo por decirlo, sino que también por concepto, por realidad. Hay más "nada" que materia en todo el universo, es la composición principal de toda nuestra realidad y las demás existentes. La nada lo es todo.
Pero por lo mismo de "ser algo", deja de "ser nada", en otras palabras, en donde se creía no haber nada, al decir que es todo ya se está suponiendo que contiene cosas y no está vacía de elementos.

Keirkegaard nos presenta la nada como una angustia, el no saber que pueda haber del otro lado de nuestras preocupaciones: si hay algo o no hay nada. Y si se nos interroga por la causa de nuestra angustia, casi espontáneamente responderemos: "por nada".
Por otra parte, Heidegger nos afirma que por el simple hecho de que existamos, nosotros estamos haciendo de la nada algo real también.

Sin embargo, viendo la nada desde un punto de vista religioso, no niegan la existencia de la nada, sencillamente la colocan en diferentes planos.
En el budismo, la nada se convierte en el Shunyanta, que es el estado vacío de la mente; mientras que en el catolicismo la vemos a veces como un espacio entre el cielo y el infierno: "el limbo".

Entonces, sabiendo sobre la existencia de la nada y su amplio rango que abarca en nuestros pensamientos día con día ¿Hacía donde se dirige la nada?
Y la mezcla perfecta podría bien ser “la nada” de Keirkegaard con la Heidegger.

Para analizarla, con los puntos de vista de Keirkegaard y Heidegger, debemos ser consientes de su existencia, que está ahí y es por eso que intentamos saber más de ella. Luego nos debemos de centrar en que la nada contiene algo y por esa misma razón tratamos de ver dentro de ella. Nos provoca una angustia o inconformidad, como al estar frente de una cueva gigante y oscura; creemos que no hay aparentemente nada y sin embargo evoca dentro de nosotros una curiosidad, y nos intimida no saber lo que contiene. Entonces ya afirmamos de un contenido dentro de la nada. No lo conocemos, pero es un hecho para nuestras mentes que algo debe de haber ahí, en la “nada”
Y esto nos llevaría a lo mismo que en párrafos anteriores: si a la nada le dotamos de un contenido, entonces, y por obvia razón, deja de ser “nada”; ya hay algo.

Con lo anterior, se demuestran las paradojas de la misteriosa “nada”; al tratar de dotarle de una explicación, caemos en el mismo dilema de muchos científicos y filósofos. No por nada han tardado años en exponer sus diferentes teorías. Ya sea negando o complementando otras grandes ideas.

Es por eso que si la nada fuera tan simple como decir “nada”, ¿por qué cuesta tanto trabajo hablar de ella o explicarla? Con la nada se llega a nada. 


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