viernes, 28 de diciembre de 2012

La Nube de Historias


Cuando algo te provoca pensar de más, es necesario dejarlo salir totalmente de la mente y escribirlo; que las salvajes letras encuentren donde aplacarse. Y este sentimiento que acabo de encontrar (siempre está ahí, pero cuesta buscarlo) es provocado por el largometraje de los hermanos watoscki junto con asas: Cloud Atlas.

Primeramente, es una película que es NECESARIO verse dos veces para estar tranquilo (y heme aquí escribiendo después de verla una vez) Sin embargo, siempre la primera impresión es la más importante, y por eso pienso en expresar un poco de mi humilde opinión, tratando de no caer en una reseña.

Bien se puede ir empezando por su detalle más peculiar: su trama. Y es que carece de una trama fija pero consta de varias mini-tramas; cada una tiene su conflicto, pero en conjunto no forman uno. Es una narrativa muy arriesgada. Simplemente está ausente de un conflicto en general. No obstante, eso no significa que no contenga su mensaje.

Desde los primeros saltos en el tiempo dentro de la narrativa apoyados por el montaje (aclarando: no hay viajes en el tiempo en la historia) uno se da cuenta que no puede perder tiempo en otras cosas. Necesitas de toda la atención para ir uniendo los puntos y crear, no la trama, sino el mensaje.
Así es, las dos horas y media (aproximadas) se trata de una simple reflexión; un mensaje nada complicado, pero si extendido a través de la historia humana (ficticia o verdadera). Lo complicado, provocado por los distintos saltos de época, es encontrar lo que trata de comunicar la película.

Repito, lo más interesante es su aspecto narrativo. No sobresale llegando a ser una maravilla, pero si llega a convertirse en algo digno analizarse; como nuevo un microorganismo bajo el microscopio: puede que sea bueno o malo, pero siempre se quiere saber que lo hace único.

¿Es difícil de observar? Sí; pero no tan difícil como lo sería una película de Lynch o Malick. Bien uno puede encariñarse sin quedar enamorado (como en mi caso) o dejarla pasar como otro intento fallido del séptimo arte.




   

jueves, 6 de diciembre de 2012

Nada con Nada


La nada, un sentimiento de ausencia o una simple palabra para dar por terminada una conversación sin sentido. En donde, irónicamente, muchos han encontrado un pensamiento profundo dentro de ella. Es decir, muchos científicos o filósofos han tratado de darle un significado a "la nada"; claro, siempre terminando con diferentes teorías dependiendo del punto de vista de cada cabeza.

Muchos creen que hablar de algo aparentemente invisible como la nada, es algo relativamente sencillo: "la nada es donde no hay nada" dirían. Pero ¿Siendo un tema tan sencillo por qué grandes pensadores del mundo y ahora yo, nos dedicamos un tiempo de nuestra vida a comprender algo donde aparentemente no hay nada?

Como siempre, una pregunta funciona perfectamente como catalizador de una idea, que incluso puede terminar derivando en una completa ciencia. Ahora es el turno de "la nada"; de verla fijamente y entender un poco más acerca de su paradójica existencia.

Dentro del círculo matemático, podemos determinar que la nada es el cero, y es algo que a veces no existe o jamás se puede alcanzar, dependiendo del tema. Podemos encontrar definiciones hacía el cero como un vacío, un conjunto sin elementos, un campo nulo o también como un elemento neutro. Por ejemplo, sin caer en demasiadas explicaciones, en la tercera ley de termodinámica simplemente es imposible alcanzar el cero (la nada).

El tema queda en ceros o cantidades imposibles, pero la nada va más ayá de los números. Nos rodea todo el tiempo, ya sea física o mentalmente.
Es ahí donde el campo de la filosofía entra con gran fuerza; se concentra en la nada como una "cosa" que nos afecta, ya sea de una buena o mala manera. El significado del cero en las matemáticas nace del tratar de comprender la nada desde el lado filosófico.

Ahora bien, la nada en la filosofía nos trata de hacernos consientes de su existencia y de los efectos en nuestras vidas.
Juntando varias ideas de los máximos exponentes en el tema de la nada (Hegel, Heidegger y Sartré) se llega a decir que existe y no sólo por decirlo, sino que también por concepto, por realidad. Hay más "nada" que materia en todo el universo, es la composición principal de toda nuestra realidad y las demás existentes. La nada lo es todo.
Pero por lo mismo de "ser algo", deja de "ser nada", en otras palabras, en donde se creía no haber nada, al decir que es todo ya se está suponiendo que contiene cosas y no está vacía de elementos.

Keirkegaard nos presenta la nada como una angustia, el no saber que pueda haber del otro lado de nuestras preocupaciones: si hay algo o no hay nada. Y si se nos interroga por la causa de nuestra angustia, casi espontáneamente responderemos: "por nada".
Por otra parte, Heidegger nos afirma que por el simple hecho de que existamos, nosotros estamos haciendo de la nada algo real también.

Sin embargo, viendo la nada desde un punto de vista religioso, no niegan la existencia de la nada, sencillamente la colocan en diferentes planos.
En el budismo, la nada se convierte en el Shunyanta, que es el estado vacío de la mente; mientras que en el catolicismo la vemos a veces como un espacio entre el cielo y el infierno: "el limbo".

Entonces, sabiendo sobre la existencia de la nada y su amplio rango que abarca en nuestros pensamientos día con día ¿Hacía donde se dirige la nada?
Y la mezcla perfecta podría bien ser “la nada” de Keirkegaard con la Heidegger.

Para analizarla, con los puntos de vista de Keirkegaard y Heidegger, debemos ser consientes de su existencia, que está ahí y es por eso que intentamos saber más de ella. Luego nos debemos de centrar en que la nada contiene algo y por esa misma razón tratamos de ver dentro de ella. Nos provoca una angustia o inconformidad, como al estar frente de una cueva gigante y oscura; creemos que no hay aparentemente nada y sin embargo evoca dentro de nosotros una curiosidad, y nos intimida no saber lo que contiene. Entonces ya afirmamos de un contenido dentro de la nada. No lo conocemos, pero es un hecho para nuestras mentes que algo debe de haber ahí, en la “nada”
Y esto nos llevaría a lo mismo que en párrafos anteriores: si a la nada le dotamos de un contenido, entonces, y por obvia razón, deja de ser “nada”; ya hay algo.

Con lo anterior, se demuestran las paradojas de la misteriosa “nada”; al tratar de dotarle de una explicación, caemos en el mismo dilema de muchos científicos y filósofos. No por nada han tardado años en exponer sus diferentes teorías. Ya sea negando o complementando otras grandes ideas.

Es por eso que si la nada fuera tan simple como decir “nada”, ¿por qué cuesta tanto trabajo hablar de ella o explicarla? Con la nada se llega a nada. 


sábado, 1 de diciembre de 2012

Reseña: "Herbert West: Reanimador"


Howard Phillips Lovecraft ha venido maravillando a muchos con sus historias de terror. A él se le reconocen los cuentos de Cthulhu cómo sus grandes obras, en dónde abarca un terror cósmico, pero a su vez existen otros cuentos en los cuales expone un terror más “terrenal”. Tal es el caso de “Herbert West: Reanimador”, en donde se nos relata la aventura experimenta de dos jóvenes médicos que tratan de reanimar cuerpos ausentes de vida y que a lo largo del método prueba y error llegan a sorprendentes y horrorosos resultados.

Dentro de la trama de “Herbert West: Reanimador” se encuentra el médico West y otro estudiante (el cual no hace mención de su nombre en toda la historia) que lo ayuda en su larga búsqueda para revivir a los muertos a lo largo de diecisiete años. A pesar de siempre terminar con supuestos fracasos, todos en cierta medida van siendo un “éxito” conforme la historia se va desenvolviendo.
Todo apunta a una temática de zombies, pero más bien es algo al estilo Dr. Frankenstein; los zombies son muertos con ya algunos días de putrefacción sin uso de razón y con una inexplicable hambre por la carne. Lo que buscan West y el otro médico es reanimar cuerpos con escasas horas sin vida, en buen estado, sin muchos defectos internos o externos, sin conservar y que una vez estén vivos de nuevo puedan tener uso de razón al igual que antes de morir.

Lovecraft no se complica con los avances científicos de su época, simplemente todo lo resume con una “solución líquida” y con ciertos aspectos obvios para todo quien este familiarizado con la muerte, por ejemplo: El cuerpo se empieza a descomponer desde el primer instante en que muere; y es por esa misma razón que West los necesita lo más frescos posibles, para así mantener sus tejidos en el mejor estado, incluyendo el cerebro, y lograr una reanimación total de algún ejemplar.
A pesar de contar con lugares ficticios como la Universidad de Miskatonic y la ciudad de Arkham, los eventos extraídos de la realidad ocurridos dentro del la trama encajan de buena forma y hacen del relato algo más verosímil, como si nuestra realidad fuera moldeando la ficción del cuento, y no al revés como suele suceder.

Como ya se mencionó, los personajes principales son Herbert West y el médico anónimo. El médico hace la función de narrador y es por el que podemos “ver” los diferentes sucesos ocurridos durante toda la historia; es nuestra ventana al laboratorio de West. A pesar de empezar con entusiasmo la tarea de ayudarle a West en sus locuras (o experimentos como él les llama) poco a poco va desconfiando de sus métodos para conseguir y reanimar seres vivos.
Se nos muestra un médico con dudas sobre lo que hay después de la muerte, causando así su curiosidad ante los experimentos de West. Se llega a preocupara por su “jefe” e incluso le ayuda sin siquiera preguntar, el sentimiento de fisgonear es más fuerte con cada resultado; igualmente va generando un terror dentro de él con los cambios que sufre su colega y su obsesión por revivir seres vivos.
Por otra parte tenemos a Herbert West, que con su afán de dar un salto importante en la medicina en cuanto respecta con traer la vida a los muertos, esto termina, irónicamente trayendo su propia muerte. Es un médico delgado, con cabello rubio y un poco bajo de estatura. No obstante, dentro de su frágil complexión se encuentra una persona, en un principio llena de dudas sobre la muerte, alguien que sin importar las consecuencias, llevaría a cabo sus experimentos de reanimación.
Al principio se topa con varios obstáculos para el desarrollo de su investigación, pero pronto se nota que va aprendiendo de sus experiencias. Su curiosidad se torna en una necedad y luego termina
mutando en una cierta locura.


La relación de estos dos personajes nace de una forma natural, pero a lo largo de la historia se va manteniendo de una forma un poco inexplicable. El médico se espanta de West e incluso le reprocha sus métodos, pero se queda con él hasta el final.
Los argumentos que se relatan para explicar su constante relación son convincentes pero a veces chocan con la personalidad del médico; que cada vez le asusta más West.



La descripciones hechas por Lovecraft se limitan a lo que pueda saber o ver el médico anónimo (que es el narrador). Y habiendo tantas reanimaciones a lo largo de la trama, sólo las más impactantes para el médico son las expuestas.
En cada capítulo se comienza contextualizado la situación, se va haciendo una recapitulación de lo anterior, pero lo interesante es que en todos los capítulos se describe el físico de West. Esto porque en un principio la obra se fue entregando por capítulos y no en un sólo tomo. Cualquiera bien podría empezar el tercer capítulo y terminarlo sin problemas pensando que se trata de un pequeño cuento; las dudas o cabos sueltos quedarían como parte del velo de misterio que guarda West en sus experimentos, y esto es algo muy interesante por parte de Lovecraft.

Sin embargo, cuanto más se avanza se va siento como si se fuera levantando cada vez más ese velo de misterio, uno se va envolviendo y llega a sentirse como el propio médico.

H. P. Lovecraft nos demuestra que el terror a lo desconocido y a la muerte siempre nos atormentará, y por más que creamos en algo después de la muerte, siempre tratamos de saber que es lo que hay, o simplemente intentamos ser inmortales.
“Herbert West: Reanimador” es un cuento no muy largo, pero que te deja con un “buen terror”; nada de sustos o brincos del asiento, y no porque este mal, sino porque sencillamente es un libro y no una película. Simplemente va creando expectativa un nerviosismo puro. Si centra lo suficiente y uno se deja llevar libremente por la imaginación guiada por la narrativa de Lovcraft, seguro encuentra el terror único y característico de éste autor.

Cabe mencionar que ya ha tenido tres adaptaciones por parte del Séptimo Arte; ninguna con resultados favorables. Sin embargo, eso no quita que después sea objeto de otra nueva adaptación, está vez bien lograda, y ponga punto final a la desgata moda zombie.