sábado, 28 de diciembre de 2013

Recuento De Daños

Recapitulando el año. ¿Por qué? Porque siempre hay que observar el camino que hemos recorrido; nos dirá hacía dónde vamos.
Podremos ver las piedras con las que tropezamos, también en los lugares donde nos quedamos alguna vez y tal vez uno que otro camino que abandonamos.

No pretendo hacer algo largo, sólo un ligero recuento de daños; que sirven de experiencia.

Jamás lo imaginé, pero mi padre optó por enseñarme a conducir. Nada mal. Con un mes tuve suficiente y después ya estaba por toda la zona metropolitana tratando de conducir como en “Drive”.

Conducir me abrió puertas. No es lo mismo cargar cámara, laptop, tripie e intentar meter una maleta de luces a un camión que poner todo eso en una cajuela; es práctico y al final te da clase (auch). Nada mejor que llegar en coche a una junta con clientes para una futura producción. Un ejemplo del beneficio fue el poder moverme con extrema facilidad durante el festival de cine.

Por primera vez asistí al (decadente) Festival de Cine en Guadalajara. Muchas caras por todos lados, las cuales no reconocí. Al final terminé por hacerme un panorama bastante amplio de la industria del cine; en especial en un festival.
 Por ejemplo:  por más dinero y creatividad que inviertas a un cortometraje, termina por ser parte de tu portafolio, nada más. Sí, te podrá llevar de viaje a muchas ciudades y ser reconocido, que de eso se trata al final, pero jamás será algo lucrativo; simplemente es hacerle saber a la industria que existes.

Pasando a la existencia, lo mejor no es saber que otros saben que existes, sino darte cuenta de tu propia existencia, de conocer lo que eres en verdad.

Un paso importante fue el poder conocer que es amar con toda la expresión. Desde el sentimiento inesperado, pasando por feliz subida, el momento cumbre, la duda y después la estrepitosa caída. Esa montaña que no volverás a subir, ya que existen otras, muy diferentes, y que esperas poder mantenerte sobre ellas.
Para una persona como yo, es un descubrimiento horriblemente hermoso.

Siempre he tratado de ser fiel a los hechos; tratando de especular poco. Pero al llegar algo tan azaroso, es imposible saber que hacer. Irónico, todos conocemos que es el amor, pero nadie conoce el suyo.
Al enfrentarme a eso por primera vez, quedé devastado y maravillado. Si lo veo desde éste ángulo ahorita, es lo mejor que te puede pasar. Tanto así que ya son dos párrafos.

Algunas personas tomaron caminos diferentes. Unos siguieron por el camino de sus ideas, implicando una inevitable separación. ¿Qué si discutimos? Vaya que sí. Al fin  y al cabo, las ideas opuestas siempre generan conflicto. La cosa está en que se pueda llegar a superar y se encuentre lo que es verdadero: la amistad. Tarda, pero ahí va.
Otras personas se fueron, y en especial una.
Jamás había perdido a un amigo. No éramos muy cercanos, pero nos entendíamos muy bien en cuanto a nuestros gustos. Era de esas personas en las cuales encuentras que también tienen la misma fascinación por las pendejadas por las cuales te sentías único.

Ser totalmente original es una aberración. Siempre es mejor encontrar a alguien que pueda tener un poco de ti en él. (¿Amor? No lo creo)

Bajando un poco más por el 2013 (aclaración: no voy en orden cronológico), encuentro ese hueco universitario el cual me mantuvo fuera de estudios durante cuatro meses. Bueno, ni tanto.

Cuatro meses en donde aprendí a desarrollar una disciplina a partir de mi pasión por el cine. El mundo cinematográfico me mueve, pero hace falta más que eso, hay que llenar la cabeza de imágenes y sonidos. El corazón debe latir veinticuatro veces por segundo.
Y es que durante mi periodo sin clases, películas y libros (no muchos, pero si esenciales) entraron a mi razonamiento. Fui, de cierta manera, mi propia escuela; no puedo permanecer sin hacer nada durante periodos largos. Me encanta estar sin nada que hacer, pero tiene su límite.

El tomar un cuatrimestre libre me sirvió para conocer nuevas amistades y reconocer a otras. También pude entender que necesito mi propio tiempo.

Gran parte de los años pasados sentía que debía complacer a las personas cuando era requerida para algo. Llegando al punto que era yo el que me sentía mal por no poder estar con unos u otros.
Ahora simplemente estoy tomando tiempos con las personas que me rodean. No estoy enojado con nadie; son mis verdaderas amistades. El hecho es que durante dos años viví saturado de ciertas cosas y es tiempo de relajarme.
Estos me ha dejado como resultado un adjetivo: “deja abajo.” ¿Es necesario salir todas las ocasiones? ¿El no pasar el tiempo con unos implica falta de lealtad o enojo? ¿No podemos tener nuestros tiempos de soledad?
Aquel adjetivo, obviamente me molesta un poco, pero me trae más dudas. Sin embargo, no me enojo con las personas que aparentan estar molestas por no haberme visto en un tiempo, son mis amigos/hermanos y los comprendo; ya he pasado por eso,  pero ahora necesito pasar por otras cosas.

Podría hablar de los negocios de éste año, pero a los negocios hay que dejarlos fuera de todo lo personal, como éste recuento de daños. En una palabra: bien.

Volver a la universidad, quitarte ese oxido y tratar nuevas personas es más difícil de lo que uno espera, y más cuando le sumas cantidades importante de drama. Sí, me tocó estar en medio de muchísimo drama. Palabras corrían y enfrentamientos llegaban, gente se ofendía y amistades perecían. Una sola decisión tomé: no tomar partidos.  Pero francamente, estuve tratando de hacer mover la balanza en vez de quedarme en medio. Las dos cosas son buenas siempre y cuando sepas el momento adecuado para detenerte. Al final terminé por caer.

Es aquí donde comienza un párrafo nuevo y posiblemente pueda llegar a ser otra nota: la caída.

Durante todo un año construí un ego en cuanto a mi manera de ser; no recibí quejas importantes. Cosas ligeras pasaban. Hasta que por fin llegó el momento de caer. Todo en lo que creí que estaba bien fue derrumbando y hecho añicos por otras personas en las cuales intenté creer. ¿Traición? Un poco. Y sin embargo en lo que primero me concentré fue en ver mis errores.
Cuando ves tus errores, que los hay siempre, puedes aclarar el panorama y ver los errores de los otros sin tener que meter el motivo personal, que también los hay.

Al final cayeron la máscaras y surgieron las caras. Pero hubo caras que estaban descubiertas desde el principio y sólo les hacía falta una luz para dejarlas ver. En la guerra siempre se dejan ver las intenciones.

El tiempo pasa y la cicatriz avanza. Aún conociendo mis fallas, no falta aquel momento en que surge el recuerdo y me pregunto ¿En qué fallé? Y luego me hago otro cuestionamiento de aquella pregunta ¿Será mi enojo personal lo que motiva aquella pregunta?
Cuando te niegan lo que creías que estaba bien, un mar de preguntas te ahoga. No obstante, no significa que tengan la razón. Son humanos y punto.

Y como todo humano, tengo que descansar y seguir cuestionando, respondiendo y aprendiendo. Reconocer los errores es aprender, pero también lo es identificar tus logros. La HONORABLE montaña rusa de la vida: siempre es divertida; con grandes caídes y suaves subidas.

No es que no haya más cosas que contar, simplemente ahorita no me nacen para dejarlas plasmadas aquí. Demasiadas eventos acontecen en un año, y siempre algunos sobresalen más que otros; no significa que sean más importantes.

Por el momento es todo y a la vez es nada.



martes, 12 de noviembre de 2013

Booze & Cigarettes

21 años y la fiesta sigue. El alcohol sale de su envase de vidrio, cae en el de plástico, se mezcla con algún refresco y termina por ser ingerido. Más tarde, la persona estará en un estado de ebriedad que simulará cierta felicidad. ¿Feliz? Ya lo creo.

Por otra parte, una planta inocente es rociada con químicos, envuelta y vendida legalmente (hasta cierto punto) para ser aspirada por la misma gente de la fiesta; todo esto mientras se da un sorbo a las bebidas.

Alcohol y cigarros, no son la ley, pero son la necesidad. ¿De qué? Esa puede ser una buena pregunta para ir saliendo del hoyo en el cual he caído.

Ni admito un alcoholismo, ni una dependencia al tabaco. Simplemente se han vuelto una necesidad constante en el ambiente en cual estoy rodeado día con día. Si no los tengo, puedo vivir. Sin embargo, hago todo lo posible para conseguirlos.
Se gasta dinero, se consigue dinero. Va y viene como todo.

Hace tiempo que mi ahorro personal no crece: no hay un nuevo accesorio para la cámara, una película, un disco de música o un videojuego. Todo se ha ido horriblemente al consumo de esas dos sustancias que amo tanto cuando se presenta el momento de los convivios sociales.

¿Qué gano? Nada ¿Qué pierdo? Salud y dinero. Con el dinero viene también la salud, así que pierdo el doble de salud.
Y sin embargo lo sigo haciendo, una y otra vez. Tan sólo en dos meses, sólo hubo un fin de semana el cual permaneciera en mi hogar sin consumir dichos materiales.

¿Estoy preocupado? Si ¿Tengo que cambiar? Lo más razonable es que sí ¿Quiero cambiar? No lo sé.
El medio propicia pero no obliga; estamos de acuerdo ¿no?. No obstante, el hacerlo ya va más personal que el simple hecho de mostrar algo ante la gente que me rodea. Por ejemplo: antes sólo fumaba los fines de semana, ahora salgo todos los días a caminar y a fumar un cigarro (sí, sólo uno). Caminar y fumar, bien ahí.

El punto de todo esto es simplemente escribirme a mí, pero de paso hacer saber a los demás mi actual salud mental; expresar tus problemas ayuda a que otros vean diferentes puntos de vista, y en consecuencia, diferentes salidas.


Eso sí, no lo voy a negar, estoy en un problema.

martes, 17 de septiembre de 2013

El Claro

Entre las hojas se esconde un sendero, el cual por largo tiempo ha estado oculto y pocas personas lo han transitado. Ahora por fin el sol puede iluminarlo, el aire lo puede limpiar, el agua lo puede bañar y la vida por él puede volver a correr.
A pesar de estar nuevamente ante la naturaleza, éste ya no es el mismo.

Los años han traído el olvido a las cabezas de los hombres, la inseguridad ronda por todos lados y las criaturas que en un tiempo eran centinelas de los viajeros, ahora sólo observan sin hacer algo.

Y es que al final de este gran camino, un enorme claro se impone en medio de todo el bosque. El cual trajo prosperidad y después odio. 

Los árboles se han retirado para mantener un espacio. Un césped se extiende por todo el lugar y un pequeño estanque reposa en medio de todo. 
El agua contenida dentro de éste pequeño hoyo jamás se ha ido de ahí. Es el símbolo de la eternidad para aquel bosque, y es la razón por la cual exista el camino.
Su creación es tan misteriosa como la existencia de todo lo demás y su misticismo digno de un dios; muchos aseguran que un ser supremo vive dentro.

Día con día, el pequeño estanque observa la bóveda celeste y así refleja el mar de estrellas en sus tranquilas aguas. Es ese momento el que todo hombre anhela cuando por fin llega al final de aquel sendero que nuevamente está descubierto.

Los seres que con gran inteligencia han creado complejas estructuras, ahora buscan su reflejo en aquellas aguas tranquilas de aquel estanque.
Esperan hasta la media noche, y cuando las estrellas despiertan, las caras de los hombres se asoman sobre el hoyo para ver y sentir lo que tanto desean: la unión de los universos.
Sus rostros pintados en el agua y adornados por los objetos celestes, les crean un estado de unión con todo lo que los rodea.

La naturaleza les brinda el espacio; un portal. Ellos observan y creen. Las ilusiones se desatan por sus mentes, la euforia de existir se transmite por sus ojos, la locura se convierte en razón, la nostalgia desaparece y la melancolía se convierte en nada.

El hombre ha visto el universo, sabe que no es el centro de él y que jamás podrá conocer ni la más pequeña estrella reflejada dentro del estanque.

domingo, 11 de agosto de 2013

La casa de Eressë


Grande, majestuosa y poderosa era la montaña que sostenía aquella imponente casa dedicada al dios de la fuerza Eressë.
Se imponía en medio de un valle mientras que un denso bosque la rodeaba por todos sus frentes. En ciertas ocasiones mostraba unas nevadas en sus picos, para que más tarde se derritieran y dejaran fluir el agua hasta el pueblo que descansaba en las faldas de las montañas.

Aquel pueblo, siendo el creador de la casa que sostenía la montaña, recorría constantemente los rincones de la montaña para admirarla y protegerla; siendo que ella los protegía más. Todas sus caminatas terminaban en la casa de Eressë, en donde agradecían y pedían más fuerza.

Antes de que se levantara aquella casa, la gente le tenía miedo a la montaña. La veían como un demonio a vencer, que no sedería ante nadie y siempre terminaría siendo más salvaje que cualquier otra criatura del reino. Sin embargo, un cinco habitantes del pueblo estaban decididos en establecer la paz con tal enemigo.

Así comenzaron las edades de los arquitectos, en donde todos se dedicaban a la transformación de la montaña. Piedras corrían de arriba hacía abajo para terminar sosteniendo el techo de una choza, mientras que los huecos que dejaban iban formando caminos planos o con escalones.
El gran demonio lentamente fue convirtiéndose en un ángel guardián, y sobre todo, en un amigo a quién respetar.

Los Cinco (como los llamaba la gente) decidieron entonces que todo el esfuerzo venía de parte de Eressë, así que propusieron a la gente del pueblo la construcción de la casa más hermosa en todo el reino; digna de ser vista como un pedazo del mundo divino en el espacio terrenal. La gente no lo dudo ni por un momento, estaban agradecidos por la amistad que se había formado con la poderosa montaña.

Cuando encontraron el lugar indicado para construir la casa, los trabajos comenzaron de inmediato. Pero Los Cinco no recordaban que las montañas no están hechas para sostener otra cosa más que a ellas mismas.
Tres veces la obra se vino abajo.  Gente murió y otros se retiraron. En el último derrumbe, sólo uno de Los Cinco había quedado vivo, su nombre era: Anáiron.
Las edades de los arquitectos habían terminado.

Anáiron se estableció en uno de los picos de la montaña junto con doscientas personas que aún creían en su idea. Él volvió a examinar toda la montaña.
Durante dos largos años subía y bajaba por todos los caminos construidos para encontrar el lugar ideal para edificar la gran casa de Eressë. Y cuando por fin recorrió todo sin encontrar respuesta, decidió volver a las ruinas de la última edificación.

Estando ahí, observando las piedras quebradas y apiladas, encontró la solución. La casa no debía estar sobre la montaña, debía ser parte de la montaña.
Piedras volvieron a caer de la montaña, pero está vez provenían de lo más profundo de ésta. Túneles eran excavados y antorchas los iban iluminando poco a poco, después esos pasadizos terminaban formando grandes salas. Una parte de la montaña era lentamente moldeada a una enorme casa; siendo la que recibía los primeros rayos del sol al amanecer.

Cuando por fin se completo la casa, era hora de decorarla. Anáiron bajó de la montaña después de  veintisiete años y le contó a su pueblo la tarea que había llevado a cabo. Ellos quedaron sorprendidos y volvieron a subir con él. Ahora las rocas subían a la montaña.

Mármol, oro y diamantes  subían todos los días y eran colocados con extrema precisión sobre alguna pared de la casa de Eressë. El brillo de estos materiales aumentaba la luz que se concentraba dentro de la edificación y entonces se decidió quitar antorchas y abrir nuevas ventanas para que incluso el brillo de la luna fuera suficiente para iluminar.

Tres años se tardó en completar todo el trabajo. Al final se celebró una gran fiesta que duró cinco días en honor a Los Cinco.
De ahí en adelante, la gente del pueblo subía para rezar o celebrar cualquier motivo de felicidad. Daban gracias por la fuerza que les concedía Eressë.

Después de tantos años Anáiron optó por bajar de la montaña y vivir a sus faldas. Ahí fue cuando conoció a una mujer que incluso la llego a comparar con la belleza vivir cada día.
Su amor fue instantáneo y demasiado fuerte; él creía que Eressë lo había recompensado después de tantos años de labor. Y él estaba agradecido, ya que varios años se su vida se habían quedado entre las rocas de la montaña.
No obstante, la montaña responde solamente a las fuerzas naturales y no a las divinas.

Para celebrar su primer año de haberse conocido, Anáiron decidió emprender un viaje más, y por última vez, hacía la casa de Eressë junto con su mujer. Él estaba preparando algo especial para cuando llegarán al final de su recorrido.

Habían pasado dos días desde que dejaron el pueblo y estaban a la mitad del recorrido cuando el cielo comenzó a oscurecerse. Anáiron trató de acelerar el paso pero su mujer no podía, estaba cansada; era la primera vez que subía a la montaña.
La lluvia comenzó a caer y después el viento se liberó, creando la tormenta más fuerte que alguna vez se vio en todo el reino. Pequeños ríos comenzaron a correr por los caminos y después éstos iniciaron un desastre. Las rocas poco a poco se iban resbalando a causa del agua, hasta que pequeños pedazos hicieron que otros más grandes cedieran.
A pesar de todo los esfuerzos, conocer la montaña más que a si mismo y estar siempre alerta, Anáiron no pudo prever el derrumbe que le arrebató a su mujer.
La montaña le trajo a su mujer y está se la arrebató.
Él estaba inconsolable, se decida de una locura en su mente, pero aún así la gente lo vio llegar a la casa de Eressë. Ahí pido por fuerza y suplico porque todo fuera simplemente una prueba más de su devoción.
No obstante, Anáiron nunca pudo sanar de sus heridas y las cicatrices eran un dolor constante que soportaba día con día. La locura que se rumoraba al inicio, se comenzó a volver realidad.

Anáiron se quedó encerrado en una de la salas de la casa. La gente creía que había muerto por viejo o de hambre, pero en ciertas ocasiones salía a observar el ocaso del sol. Entonces los rumores de alguna maldición comenzaron a rondar por la montaña hasta llegar a los oídos de la gente en el pueblo. Ellos dejaron de hacer los recorridos y nuevamente le tuvieron miedo a la montaña, en especial a la casa de Eressë.
Un día, el sol salió e iluminó todo el valle, pero nadie subió por la montaña. Las puertas de la sala en donde se había encerrado Anáiron se abrieron después de cincuenta años.

Viejo, con cabello largo y sosteniéndose con un bastón, comenzó a bajar por los pasillos que alguna vez él mismo talló con sus propias manos.
Recorría los túneles mientras pasaba con su mano las paredes, recordando la enorme tarea que fue construir aquella casa.
Al final, se encontraba una pequeña puerta con cinco cerrojos, de un bolsillo sacó cinco llaves, las colocó en su lugar correspondiente y les fue dando vuelta a cada una hasta que del otro lado de la puerta un enorme crujido se escuchó.
Con la poca fuerza que le quedaba, empujó la puerta y entró para después cerrarla nuevamente.

Una enorme habitación estaba frente a sus ojos. Más de doscientas personas podrían caber dentro de aquel lugar sin siquiera estar apretados un poco. Cinco columnas en forma de personas sostenían un enorme domo, el cual tenía a su alrededor cuatro pequeños traga luz. Al centro de todo estaban dos pilares, no muy anchos pero si bastante altos, llegando hasta el centro del domo; fácilmente una persona los podría rodear con sus brazos.

Anairón lentamente se acercó a aquellos pilares, volteo hacía su alrededor y después se quedó contemplando. Respiro profundamente y dijo:
- Lo que te da más fuerza siempre hay que ocultarlo del mundo, porque es también lo más débil que tenemos… y es lo que siempre te quise mostrar. –

Después tomó su bastón con las dos manos y prosiguió a golpear los pilares repetidamente. Poco a poco se fueron agrietando hasta que un enorme sonido recorrió toda la sala, salió de la casa de Eressë e incluso bajó hasta llegar los oídos del pueblo.
Anairón se echó para atrás y observo como los pilares colapsaron. Los tragaluces dejaron de iluminar y luego un enorme hueco se abrió en el domo dejando pasar el sol. Los cinco pilares circundantes lentamente se agrietaban hasta que comenzaron a ceder. Unos cayeron hacía adelante y otros chocaron entre sí.
Afuera, la grandiosa casa de Eressë comenzaba a hundirse  y al igual que los pilares, todo estaba colapsando.
Anairón se subió por los escombros de los pilares que derrumbó y se puso al centro del domo. En un instante, todo cayó sobre él.

La casa de Eressë había desaparecido, y con ella un lado de la montaña también, ya que era parte de ella. La mitad de aquella gloriosa escultura natural se derrumbaba lentamente por un costado mientras los ojos del pueblo observaban.
Al final, cuando el silencio invadió todo el valle, la gente simplemente volvió a sus casas y se encerró. Para ellos, se había acabado un fracaso.