La oscura e infinita bóveda celeste,
pintada por la luz de alguna estrella (viva o muerta) y cubriendo el
manto terrestre con su misterio. Edades la han observado y el tiempo
ha tapado con intriga los eventos ocurridos, más sin embargo, aquel
techo celeste permanece siendo testigo de la vida; sólo él conoce
los secretos sepultados por los millones de años.
Nace de la muerte del sol, cuelga de
ella la grande y radiante luna, tranquiliza la tierra para luego
embellecerla con una atmósfera divina.
El silencio se esparce al sentir la oscuridad, recorre cada escondite y termina por asentarse a la mitad de la noche. El movimiento por su parte deja que el silencio merodeé, y le abre la puerta a la tranquilidad para rellenar la falta de sonido. Pero esto no pasa en todos lados.
El silencio se esparce al sentir la oscuridad, recorre cada escondite y termina por asentarse a la mitad de la noche. El movimiento por su parte deja que el silencio merodeé, y le abre la puerta a la tranquilidad para rellenar la falta de sonido. Pero esto no pasa en todos lados.
Hay lugares, tratando de ser encantados
por la inmensa bóveda de estrellas, terminan por ser despertados por
la noche.
El ruido impide al silencio hacer su
recorrido y el movimiento hace de las suyas al notar la presencia de
las ondas sonoras. La tranquilidad quedá encerrada al temerle a
estos dos eventos haciendo de las suyas a mitad de la noche.
Muchos seres vivos juntan este desorden y lo relacionan directamente sentimiento más oscuro: el miedo.
Muchos seres vivos juntan este desorden y lo relacionan directamente sentimiento más oscuro: el miedo.
Una vez más, la luz de aquella
gigantesca estrella recorre lentamente la negra bóveda y la encierra
dentro del horizonte.