Grande,
majestuosa y poderosa era la montaña que sostenía aquella imponente casa
dedicada al dios de la fuerza Eressë.
Se
imponía en medio de un valle mientras que un denso bosque la rodeaba por todos
sus frentes. En ciertas ocasiones mostraba unas nevadas en sus picos, para que
más tarde se derritieran y dejaran fluir el agua hasta el pueblo que descansaba
en las faldas de las montañas.
Aquel
pueblo, siendo el creador de la casa que sostenía la montaña, recorría
constantemente los rincones de la montaña para admirarla y protegerla; siendo
que ella los protegía más. Todas sus caminatas terminaban en la casa de Eressë,
en donde agradecían y pedían más fuerza.
Antes
de que se levantara aquella casa, la gente le tenía miedo a la montaña. La
veían como un demonio a vencer, que no sedería ante nadie y siempre terminaría
siendo más salvaje que cualquier otra criatura del reino. Sin embargo, un cinco
habitantes del pueblo estaban decididos en establecer la paz con tal enemigo.
Así
comenzaron las edades de los arquitectos, en donde todos se dedicaban a la
transformación de la montaña. Piedras corrían de arriba hacía abajo para
terminar sosteniendo el techo de una choza, mientras que los huecos que dejaban
iban formando caminos planos o con escalones.
El gran demonio lentamente fue convirtiéndose en un ángel guardián, y sobre todo, en un amigo a quién respetar.
El gran demonio lentamente fue convirtiéndose en un ángel guardián, y sobre todo, en un amigo a quién respetar.
Los
Cinco (como los llamaba la gente) decidieron entonces que todo el esfuerzo
venía de parte de Eressë, así que propusieron a la gente del pueblo la
construcción de la casa más hermosa en todo el reino; digna de ser vista como
un pedazo del mundo divino en el espacio terrenal. La gente no lo dudo ni por
un momento, estaban agradecidos por la amistad que se había formado con la
poderosa montaña.
Cuando
encontraron el lugar indicado para construir la casa, los trabajos comenzaron
de inmediato. Pero Los Cinco no recordaban que las montañas no están hechas
para sostener otra cosa más que a ellas mismas.
Tres veces la obra se vino abajo. Gente murió y otros se retiraron. En el último derrumbe, sólo uno de Los Cinco había quedado vivo, su nombre era: Anáiron.
Las edades de los arquitectos habían terminado.
Tres veces la obra se vino abajo. Gente murió y otros se retiraron. En el último derrumbe, sólo uno de Los Cinco había quedado vivo, su nombre era: Anáiron.
Las edades de los arquitectos habían terminado.
Anáiron
se estableció en uno de los picos de la montaña junto con doscientas personas
que aún creían en su idea. Él volvió a examinar toda la montaña.
Durante dos largos años subía y bajaba por todos los caminos construidos para encontrar el lugar ideal para edificar la gran casa de Eressë. Y cuando por fin recorrió todo sin encontrar respuesta, decidió volver a las ruinas de la última edificación.
Durante dos largos años subía y bajaba por todos los caminos construidos para encontrar el lugar ideal para edificar la gran casa de Eressë. Y cuando por fin recorrió todo sin encontrar respuesta, decidió volver a las ruinas de la última edificación.
Estando
ahí, observando las piedras quebradas y apiladas, encontró la solución. La casa
no debía estar sobre la montaña, debía ser parte de la montaña.
Piedras
volvieron a caer de la montaña, pero está vez provenían de lo más profundo de
ésta. Túneles eran excavados y antorchas los iban iluminando poco a poco,
después esos pasadizos terminaban formando grandes salas. Una parte de la
montaña era lentamente moldeada a una enorme casa; siendo la que recibía los primeros
rayos del sol al amanecer.
Cuando
por fin se completo la casa, era hora de decorarla. Anáiron bajó de la montaña
después de veintisiete años y le contó a
su pueblo la tarea que había llevado a cabo. Ellos quedaron sorprendidos y
volvieron a subir con él. Ahora las rocas subían a la montaña.
Mármol,
oro y diamantes subían todos los días y
eran colocados con extrema precisión sobre alguna pared de la casa de Eressë.
El brillo de estos materiales aumentaba la luz que se concentraba dentro de la
edificación y entonces se decidió quitar antorchas y abrir nuevas ventanas para
que incluso el brillo de la luna fuera suficiente para iluminar.
Tres
años se tardó en completar todo el trabajo. Al final se celebró una gran fiesta
que duró cinco días en honor a Los Cinco.
De ahí en adelante, la gente del pueblo subía para rezar o celebrar cualquier motivo de felicidad. Daban gracias por la fuerza que les concedía Eressë.
De ahí en adelante, la gente del pueblo subía para rezar o celebrar cualquier motivo de felicidad. Daban gracias por la fuerza que les concedía Eressë.
Después
de tantos años Anáiron optó por bajar de la montaña y vivir a sus faldas. Ahí fue
cuando conoció a una mujer que incluso la llego a comparar con la belleza vivir
cada día.
Su amor fue instantáneo y demasiado fuerte; él creía que Eressë lo había recompensado después de tantos años de labor. Y él estaba agradecido, ya que varios años se su vida se habían quedado entre las rocas de la montaña.
Su amor fue instantáneo y demasiado fuerte; él creía que Eressë lo había recompensado después de tantos años de labor. Y él estaba agradecido, ya que varios años se su vida se habían quedado entre las rocas de la montaña.
No
obstante, la montaña responde solamente a las fuerzas naturales y no a las
divinas.
Para
celebrar su primer año de haberse conocido, Anáiron decidió emprender un viaje
más, y por última vez, hacía la casa de Eressë junto con su mujer. Él estaba
preparando algo especial para cuando llegarán al final de su recorrido.
Habían
pasado dos días desde que dejaron el pueblo y estaban a la mitad del recorrido
cuando el cielo comenzó a oscurecerse. Anáiron trató de acelerar el paso pero
su mujer no podía, estaba cansada; era la primera vez que subía a la montaña.
La
lluvia comenzó a caer y después el viento se liberó, creando la tormenta más
fuerte que alguna vez se vio en todo el reino. Pequeños ríos comenzaron a
correr por los caminos y después éstos iniciaron un desastre. Las rocas poco a
poco se iban resbalando a causa del agua, hasta que pequeños pedazos hicieron
que otros más grandes cedieran.
A
pesar de todo los esfuerzos, conocer la montaña más que a si mismo y estar
siempre alerta, Anáiron no pudo prever el derrumbe que le arrebató a su mujer.
La
montaña le trajo a su mujer y está se la arrebató.
Él
estaba inconsolable, se decida de una locura en su mente, pero aún así la gente
lo vio llegar a la casa de Eressë. Ahí pido por fuerza y suplico porque todo
fuera simplemente una prueba más de su devoción.
No obstante, Anáiron nunca pudo sanar de sus heridas y las cicatrices eran un dolor constante que soportaba día con día. La locura que se rumoraba al inicio, se comenzó a volver realidad.
No obstante, Anáiron nunca pudo sanar de sus heridas y las cicatrices eran un dolor constante que soportaba día con día. La locura que se rumoraba al inicio, se comenzó a volver realidad.
Anáiron
se quedó encerrado en una de la salas de la casa. La gente creía que había
muerto por viejo o de hambre, pero en ciertas ocasiones salía a observar el
ocaso del sol. Entonces los rumores de alguna maldición comenzaron a rondar por
la montaña hasta llegar a los oídos de la gente en el pueblo. Ellos dejaron de
hacer los recorridos y nuevamente le tuvieron miedo a la montaña, en especial a
la casa de Eressë.
Un
día, el sol salió e iluminó todo el valle, pero nadie subió por la montaña. Las
puertas de la sala en donde se había encerrado Anáiron se abrieron después de
cincuenta años.
Viejo,
con cabello largo y sosteniéndose con un bastón, comenzó a bajar por los
pasillos que alguna vez él mismo talló con sus propias manos.
Recorría
los túneles mientras pasaba con su mano las paredes, recordando la enorme tarea
que fue construir aquella casa.
Al final, se encontraba una pequeña puerta con cinco cerrojos, de un bolsillo sacó cinco llaves, las colocó en su lugar correspondiente y les fue dando vuelta a cada una hasta que del otro lado de la puerta un enorme crujido se escuchó.
Con la poca fuerza que le quedaba, empujó la puerta y entró para después cerrarla nuevamente.
Al final, se encontraba una pequeña puerta con cinco cerrojos, de un bolsillo sacó cinco llaves, las colocó en su lugar correspondiente y les fue dando vuelta a cada una hasta que del otro lado de la puerta un enorme crujido se escuchó.
Con la poca fuerza que le quedaba, empujó la puerta y entró para después cerrarla nuevamente.
Una
enorme habitación estaba frente a sus ojos. Más de doscientas personas podrían
caber dentro de aquel lugar sin siquiera estar apretados un poco. Cinco
columnas en forma de personas sostenían un enorme domo, el cual tenía a su
alrededor cuatro pequeños traga luz. Al centro de todo estaban dos pilares, no
muy anchos pero si bastante altos, llegando hasta el centro del domo;
fácilmente una persona los podría rodear con sus brazos.
Anairón
lentamente se acercó a aquellos pilares, volteo hacía su alrededor y después se
quedó contemplando. Respiro profundamente y dijo:
- Lo que te da más fuerza siempre hay que ocultarlo del mundo, porque es también lo más débil que tenemos… y es lo que siempre te quise mostrar. –
- Lo que te da más fuerza siempre hay que ocultarlo del mundo, porque es también lo más débil que tenemos… y es lo que siempre te quise mostrar. –
Después
tomó su bastón con las dos manos y prosiguió a golpear los pilares repetidamente.
Poco a poco se fueron agrietando hasta que un enorme sonido recorrió toda la
sala, salió de la casa de Eressë e incluso bajó hasta llegar los oídos del
pueblo.
Anairón
se echó para atrás y observo como los pilares colapsaron. Los tragaluces
dejaron de iluminar y luego un enorme hueco se abrió en el domo dejando pasar
el sol. Los cinco pilares circundantes lentamente se agrietaban hasta que
comenzaron a ceder. Unos cayeron hacía adelante y otros chocaron entre sí.
Afuera, la grandiosa casa de Eressë comenzaba a hundirse y al igual que los pilares, todo estaba colapsando.
Afuera, la grandiosa casa de Eressë comenzaba a hundirse y al igual que los pilares, todo estaba colapsando.
Anairón
se subió por los escombros de los pilares que derrumbó y se puso al centro del domo.
En un instante, todo cayó sobre él.
La
casa de Eressë había desaparecido, y con ella un lado de la montaña también,
ya que era parte de ella. La mitad de aquella gloriosa escultura natural se
derrumbaba lentamente por un costado mientras los ojos del pueblo observaban.
Al final, cuando el silencio invadió todo el valle, la gente simplemente volvió a sus casas y se encerró. Para ellos, se había acabado un fracaso.
Al final, cuando el silencio invadió todo el valle, la gente simplemente volvió a sus casas y se encerró. Para ellos, se había acabado un fracaso.